domingo, 13 de febrero de 2011

La literatura medieval y el ideal mítico del “amor cortés”. De los trovadores del siglo XII al Romanticismo inglés.

Las almas sin cuerpo

La literatura medieval forjó el ideal mítico del “amor cortés”.

Por: Enrique Sánchez Hernani

Inspirados por los cuentos de hadas y otros desbordes del imaginario literario, no pocos piensan que la mejor época para el amor fue la de los caballeros andantes. Craso error. El Medioevo cultivó una frustrante postura amorosa.

Los trovadores surgieron a comienzos del siglo XII en el sur de Francia y crearon la poesía provenzal. En ella cantaban sus amores, por lo común tristes, a causa del desdén de sus damas. La mujer era de linaje admirable, pero los amores eran frustrados, sin acercamiento físico.

Los trovadores no admitían haber besado, menos aún otro tocamiento. A esto se le llamó “amor cortés”.

Los cancioneros populares, levemente más audaces, se regocijaban con encuentros precipitados, tactos furtivos y fugaces, miradas hondas, suspiros y alguna aventura peligrosa, como enamorarse de la esposa de su señor feudal. El “amor cortés”, casto, era la traspolación a la dama del amor a Dios.

Por eso la ausencia del eros.

LA PUREZA

Según el código amatorio de los trovadores, estos se entregaban con total pureza. Incluso para demostrar su ausencia de apetitos carnales, antes de partir a la batalla celebraban un curioso ritual: dormían en el lecho con su dama, la desnudaban por completo, podían besarla, pero no hacerles el amor. A tan estoico ejercicio se le llamó “drutz” o “cinturón negro”.

Esto, pasaba en la literatura. La realidad era más libertina, pero era una práctica secreta y mayormente a cargo de ciertos nobles disolutos.

DANTE Y EL QUIJOTE

El amor, a la manera trovadoresca, tuvo una larga saga literaria. Uno de sus íconos fue “La Vita Nuova” de Dante, escrita entre 1292 y 1293, poco después de muerta su amada Beatriz. Dante la conoció cuando tenía 9 años y ella 8.

Hasta los 18 años solo intercambiaban saludos en la calle.Dante se solazaba si Beatriz le sonreía; eso era todo. En el siglo XIV otra obra clásica ensalzaría este casto amor. Se trata de “El libro del buen amor”, del Arcipreste de Hita, que enalteciendo el “amor cortés” le ajusta cuentas al “loco amor” (el amor carnal).

El arcipreste relata sus frustradas aventuras amatorias, clasificando el amor en: cortés, loco y amor sacramental. El amor más puro es el amor a Dios.

Otra obra cumbre de los mismos poco carnales pareceres es el Quijote, cuya primera parte vio la luz en 1605. Cervantes parodia el ideal caballeresco del “amor cortés”. Don Quijote ama con locura a Dulcinea del Toboso, una llana campesina. Tal amor, por obra de Cervantes, aparece como ridículo aunque sublime.

ROMÁNTICA ILUSIÓN

Muchos años después, el movimiento de los poetas románticos renovó el ideal de “amor cortés”. Edgar Allan Poe (1809-1849), en muchos de sus poemas explora, como uno de sus motivos, la muerte de una hermosa mujer.

Así ocurre, por ejemplo, en su último gran poema, “Annabel Lee”, donde la primera voz, enamorado de la dama en vida, lo sigue estando tras su muerte. Poe llamaba a este tópico “el tema más poético del mundo”.John Keats (1795-1821), el gran poeta romántico inglés, también cumplió en vida su impoluto ideal amoroso. A los 23 años Keats conoció a Fanny Brawne, se enamora platónicamente de ella, pero trágicamente dos años después deja su ilusión por la tuberculosis que lo mataría. Las cartas que le dirige, de exaltada pasión amorosa, eran renuentes a la pasión erótica.“La pasión me avasalla —escribió—, pero por nada quisiera que vieses los raptos a los que jamás hubiera pensado que me entregaría”.

Fuente: Diario El Comercio (Perú). Domingo 13 de Febrero del 2011.