lunes, 27 de diciembre de 2010

Análisis de la figura del escritor italiano Umberto Eco. Entre “Apocalípticos e integrados”.

Escritor múltiple

Umberto Eco. ¿Quién es el autor de “El cementerio de Praga”? Unas líneas sobre la vida del escritor detrás de una de las novelas más polémicas de los últimos tiempos.

Por: Jorge Paredes Laos

Semiólogo, filósofo, amante de las bibliotecas; admirador de Borges y de Joyce y de las novelas de detectives; estudioso de la Edad Media, aficionado al cómic y a la cultura popular, el italiano Umberto Eco es uno de esos intelectuales difíciles de clasificar o mejor dicho de encasillar en unos cuantos saberes y títulos.

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Nacido en Alessandría, una ciudad italiana del Piamonte, hace 78 años, Eco llegó tardíamente a la literatura después de haber desarrollado una carrera intelectual como filósofo, semiólogo, profesor universitario y ensayista, preocupado (o fascinado) por los cambios profundos que ya desde la posguerra experimentaba la cultura contemporánea con la entronización de medios masivos como el cine y la televisión.

Si bien sus primeros estudios se centraron en la Edad Media –su tesis con la que se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad de Turín estaba dedicada a Santo Tomás de Aquino (1954) y luego publicó “Arte y estética medieval” (1959)–, rápidamente se hizo conocido por la colección de ensayos “Apocalípticos e integrados” (1964). Un libro que exploraba la naciente cultura de masas y que partía en dos a la intelectualidad de la época: aquellos que veían con optimismo este fenómeno (integrados) y quienes vislumbraban el fin de una alta cultura ilustrada a partir del auge de la masificación (apocalípticos).

Eco analiza y critica estas posturas y desde entonces se convierte en una voz autorizada para escribir y comentar desde los campos de la filosofía y la semiótica todos los cambios operados en la comunicación y la cultura contemporánea.

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Sin embargo, su salto a la literatura le cambiaría la vida. Lector apasionado de Joyce, Borges y Kafka; entusiasta defensor del cómic y aficionado a las aventuras de Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle y estudioso de la Edad Media, Eco va cuajando con el tiempo la historia que lo haría entrar por la puerta grande a la literatura contemporánea: “El nombre de la rosa” (1980). Un libro complejo, disfrazado de novela policial, en el que desarrolla una historia fascinante en el siglo XIV, cuando reírse podía ser también algo subversivo.

En una reciente entrevista al diario español “El País”, cuando le preguntaron por qué decidió ser escritor a los 48 años, Eco respondió: “Uno: porque me apetecía […]. Dos: porque siempre me ha gustado narrar […]. Porque en 1975 conseguí la cátedra y no podía desear nada más en la vida. […] Porque un día vino a verme una amiga y me dijo que estaba preparando una colección de novelas policiacas escritas por no narradores: se lo estaba pidiendo a políticos, sociólogos… Todos libros de cien páginas. Yo le dije que no, que no podía escribir un libro policiaco; en primer lugar porque no sé escribir los diálogos; además, si tuviera que escribir un libro sería una locura medieval y tendría 500 páginas. Llegué a casa y empecé a redactar una lista de nombres. La otra respuesta es que tenía casi 50 años. A los 50 años, los señores dejan plantada a la mujer y se fugan con una bailarina. Yo, en cambio, escribí una novela: menos dispendioso y menos pecaminoso. Las razones son infinitas y ninguna. La única es esta: mire la línea de mi vida, llega hasta aquí, se para y vuelve a empezar. ¿Qué quiere decir esto? Que aquí tuve un accidente, perdí la memoria y empecé una nueva existencia; o que aquí dejé de ser solo un profesor y empecé a ser un novelista, a ganar más dinero, y mi vida cambió”.

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Y de hecho la vida de Eco cambió. Sus novelas posteriores, escritas en los últimos treinta años (“El péndulo de Foucault”, “La isla del día de antes”, “Baudolino”, “La misteriosa llama de la reina Loana”) han sido bien recibidas por la crítica y los lectores, y han tenido siempre un talante histórico y mucha imaginación, aunque ninguna ha generado tanta polémica como esta última, “El cementerio de Praga”, catalogada de antisemita, pues tiene como blancos a la iglesia y a los judíos. Como para avivar el fuego de la polémica.


Fuente: Diario El Comercio, suplemento cultural "El Dominical". 26 de Diciembre del 2010.
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